El día de autos por lo general, a no ser que lo veas venir por una u otra razón, es un día normal como cualquier otro día de la semana, normalmente es un viernes a última hora de la tarde.
Pues así fue, cuando estaba terminando la jornada apagando el ordenador y despidiéndome de un compañero que tenia que salir un poco antes, suena el teléfono, es el jefe que fuese a su despacho, no le doy importancia pero no apague el ordenador ya que pensaba que era para preparar algún trabajo para el lunes, voy a su despacho, que es grande, no le falta de nada. Estaba esperándome de pie agarrado a la puerta para cerrarla, me dice que me siente, cuando me siento veo la carta de despido y el talón encima de la mesa, esto no me puede pasar a mi, tiene que ser un sueño, pienso yo, es cuando el viene junto de la mesa y se sienta enfrente de mi, pero sin mirarme, empieza a decir un discurso que tiene muy preparado “como sabes los tiempos que corremos, no tenemos nada contigo, estamos pasándolo mal, hasta que llega el tenemos que prescindir de ti, no da tiempo de reacción, no admite mas conversación, ignora la palabra colocar en otro sitio ó bajar el salario. Es lo que te pertenece pero repásalo nos podemos equivocar. La conversación, más bien fue un monologo, no dura mas de diez ó doce minutos. Sales del despacho para el puesto de trabajo, ya no queda ningún compañero, buscas una bolsa para recoger la mesa, ya que siempre tienes alguna cosa persona, borras dos carpetas personales en el ordenador y lo apagas sabiendo que este ordenador que estrenaste y tantas veces encendiste no lo volverías a usar. No lo das asimilado, tampoco lo esperas, tanto es así que te vas con las llaves y el teléfono que son de la empresa, no se si no se atrevió a pedírmelas ó no se dio cuenta la verdad es que yo no me acorde de nada. Puse la chaqueta cogí la bolsa con mis recuerdos de años cerré la puerta y bajando las escaleras se me vino el mundo encima. «Ahí queda más de un cuarto de mi vida».
Una respuesta hasta “El despido”